Michelle Rodríguez habla abiertamente de su bisexualidad, de sus problemas con la ley, de sus problemas con Hollywood. La actriz accede a la entrevista con una condición: ni una mención a Paul Walker. Pero la muerte de su amigo y compañero en la popular saga de acción y automóviles A todo gas(Fast and furious) está todavía muy reciente y su recuerdo aún vivo en la última y séptima entrega de la franquicia.
Esta latina peleona de 36 años nacida en San Antonio (Texas) sabe que las reglas están para saltárselas, especialmente si es ella quien lo hace.
Nada más empezar a hablar aborda el tema vetado: “No tengo más que gratos recuerdos”, afirma sobre los “momentos mágicos” compartidos con Walker y el resto de un reparto plural de esta saga urbana que ha arrasado la taquilla mundial con rapidez y furia.
Las explosiones y las carreras de coches que caracterizan la película son, en su opinión, “la guinda” del pastel. “Lo que realmente se ha ganado a la audiencia es la sinceridad de nuestras voces al representar a todos los países haciendo del filme una franquicia global”, sentencia sobre un rodaje que la llevó de Tokio a Dubái pasando por Atlanta y las calles de Los Ángeles.
Una recaudación de más de 2.600 millones de euros —y subiendo— entre las siete entregas es algo más que ganarse a la audiencia. La muerte de Walker, en diciembre de 2013, a mitad del rodaje ha influido en el éxito, atrayendo a un mayor número de espectadores ya sea por mórbida curiosidad o para brindar un último adiós a un actor tan querido por estos fans que, al igual que Michelle, hace tiempo que le llaman bro (hermano). A los primeros, Rodríguez les hace la peineta. Sus palabras están dirigidas a los que realmente apreciaban a Walker.
“Claro que sé que hay muchos ingredientes en este éxito de A todo gas”, recalca. “Pero también sé que este triunfo es un mensaje a Hollywood para que aumente su diversidad, para que muestre sus colores, sus idiomas. Hollywood tiene la responsabilidad de reflejar el planeta. Y el planeta no es blanco ni sólo hay hombres. Los latinos hemos llegado por la puerta de atrás pero ahora somos el centro de este baile”, resume alzando los brazos a ritmo de cumbia.
Rodríguez ha cambiado mucho desde que cruzó el umbral de esa puerta trasera de la meca del cine ahora hace casi 14 años: “¡Jesús! ¡Qué de tiempo! Salí de Nueva York justo después del 11S”. Hija de padre militar, boricua y tez clara, y madre dominicana, esta tejana sabe mucho de diversidad y su mezcla sólo podía ser explosiva. Hoy lo deja bien claro, con un mono de cuero color hueso ceñido a su cuerpo, donde ni las múltiples cremalleras le dan un respiro a sus curvas. Atrás quedó la comida rápida barata que tomaba en Nueva York para llegar a fin de mes, sin estudios ni trabajo, antes de que la directora Karyn Kusama la descubriera como la chica de aspecto fiero que necesitaba para Girl fight.
Ahora, en el circuito Exotic Cars en Las Vegas se paga de su bolsillo unas carreras de lujo sin temor a ser detenida —una vez más— por exceso de velocidad. Se gasta cientos de miles de euros en su nuevo vicio, la moda. “No quiero morir monja y la moda significa sexo”, afirma como si no lo dijera a voces su indumentaria “customizada” —explica—. “Cuando no te importa lo que vistes atraes a gente a la que tampoco le importa. Militares, cooperantes. Y está bien. Pero quiero ver lo que hace la gente sexy. Tengo curiosidad”, se ríe.
Rodríguez habla ahora de todo lo que huía hasta no hace tanto. Porque al comienzo de su carrera se tomó los títulos de su filmografía demasiado en serio: la chica guerrera de Girl fight o una más de la serie Perdidos. Papeles todos ellos inusuales para una latina en Hollywood, más conocidas por abrirse camino a base de escote. “Yo he evitado el sexo como quien evita un disparo porque los papeles de hispana siempre eran los de mujer de mala vida, la tentación, la ramera. Pero eso se ha acabado. Me he ganado la libertad sexual”, comenta a carcajadas.
Fuera de la pantalla, la actriz ha sido de lo más activa: novia de Vin Diesel cuando comenzaron en esta saga allá en 2001; ligue de Olivier Martínez cuando coincidieron en S.W.A.T Los hombres de Harrelson(2003). Junto a la actriz Kristanna Loken descubrió su bisexualidad y ha alternado desde entonces los brazos de la modelo Cara Delevingnecon los de Zac Efron. “Es algo natural, orgánico. Quiero probar cosas nuevas y sentirme libre”.
Annie, su acompañante y relaciones públicas, está cada vez más nerviosa. Una cosa era no hablar de Walker y otra muy diferente descubrir los planes para su futura vida artístico sexual. Pero la que manda es Rodríguez. “Es que hay una responsabilidad a la hora de ser famoso. Y es hora de que asuma alguna responsabilidad y haga lo que quiero hacer”. ¿Cómo qué? “Dejar de quejarme por la imagen de la mujer en el mundo y unirme a gente con talento con la que hacer magia”.